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Sábado, 6 de agosto de 2016

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La Transfiguración


Daniel 7:9-10, 13-14
2 Pedro 1:16-19
Salmos 97:1-2, 5-6, 9
Lucas 9:28-36

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Reflexiones Similares

las dos caras son una sola

"Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto" (Lucas 9:29).

Isaías profetizó sobre el Mesías, el Siervo sufriente: "así como muchos quedaron horrorizados a causa de Él, porque estaba tan desfigurado que Su aspecto no era el de un hombre y Su apariencia no era más la de un ser humano" (Is 52:14). La profecía de Isaías se cumplió en la crucifixión y muerte de Jesús. ¿Cómo podría el rostro severamente alterado de Jesús crucificado ser el rostro de Dios?

Jesús "se transfiguró en presencia de ellos. Sus vestiduras se volvieron resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo podría blanquearlas" (Mc 9:2-3). En la Transfiguración, el rostro de Jesús ya no estaba vacío (ver Fil 2:7) de Su gloria divina. Su rostro era claramente reconocible como el rostro de Dios.

Nunca debemos mirar el rostro de Jesús crucificado sin recordar Su rostro transfigurado. La cruz de Jesús no es una negación de Su divinidad, sino que solo puede ser entendido a la luz de Su divinidad.

Nunca debemos mirar el rostro transfigurado de Jesús sin también presenciar la cara coronada de espinas de Cristo crucificado. La crucifixión de Jesús nos lleva a las misteriosas profundidades de Su divinidad.

Hay una antigua tradición que sostiene que la Transfiguración tuvo lugar cuarenta días antes de la crucifixión y muerte de Jesús. Así, en 1457, el papa Calixto III fijó la fecha para la fiesta de la Transfiguración: cuarenta días antes de la fiesta de la Exaltación de la Cruz, el 14 de setiembre. La Transfiguración y la crucifixión van de la mano. Jesús es Dios y hombre verdadero.

Oración:  Padre, en esta fiesta de la Transfiguración, sumérgeme en el misterio de la Cruz.

Promesa:  "Porque Tú, Señor, eres el Altísimo: estás por encima de toda la tierra, mucho más alto que todos los dioses" (Sal 97:9).

Alabanza:  ¡Alabado sea el crucificado y transfigurado rostro de Jesús!