Cuando se trata de castigar y controlar a aquellos que nos han hecho daño, nos las ingeniamos para tomar represalias. Sentimos que nuestra venganza no será efectiva si no hace más daño que la ofensa original. Sin embargo, este daño adicional es injusto. Por eso, aquellos quienes lo sufren sienten la obligación de herirnos más todavía para igualar las cosas. Para detener lo que originaría una espiral de violencia que se intensificaría cada vez más, el Señor nos enseñó en el Antiguo Testamento: "ojo por ojo y diente por diente" (Mt 5:38; Lev 24:20).

Jesús se dio cuenta que aun cuando el sistema del Antiguo Testamento tenía buenas intenciones, no funcionaba en la práctica. ¿Quién decide si una represalia es justa? ¿Estarán de acuerdo las dos partes? Jesús tenía una manera mejor de promover la justicia e impedir la injusticia. El camino de Jesús es militante y agresivo, pero no físicamente agresivo. El camino de Jesús de justicia y justificación es el camino de la cruz. Él no nos devolvió nuestras injusticias, sino que las tomó Él mismo y las condenó a la muerte junto con Él en la cruz. Jesús devuelve a quienes Le han herido, no devolviéndoles mal por mal, sino bien por mal (ver Rom 12:20-21). De hecho, a cada acto de maldad Jesús responde con varias acciones buenas. Jesús detiene el mal, convirtiendo a los malhechores, no controlándolos.

¿Aceptarás la gracia de Jesús para hacer todo lo humanamente imposible? ¿Serás como Jesús y no ofrecerás resistencia físicamente violenta a la ofensa? ¿Serás un Cristiano o serás como todos las demás personas?

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 18 de febrero de 2016.

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