"toma mi mano"
"La mano del Señor los acompañaba y muchos creyeron y se convirtieron" (Hechos 11:21).
La mano de Dios hace posible convertir grandes cantidades de personas. La mano de Dios nos sostiene y protege. Porque no pueden arrebatarnos de Su mano (Jn 10:28-29), tenemos la seguridad perfecta en Su amor. Incluso la muerte no nos puede arrebatar de la mano de Dios, porque las almas de los justos que han muerto "están en las manos de Dios, y no las afectará ningún tormento" (Sab 3:1).
Si pecamos, la mano de Dios pesará mucho sobre nosotros día y noche hasta que nos arrepintamos (Sal 32:4). Su mano es tan pesada debido a que nos ama tanto, que Él va a tratar de impedir nuestra autodestrucción por medio del pecado. De hecho, nuestros nombres están escritos en las palmas de Sus manos (Is 49:16). Junto a nuestros nombres, Sus manos también están marcadas con los clavos de Su crucifixión y muerte por amor a nosotros.
Las manos de Dios son diferentes de los demás. Sus manos se ven y aman diferentemente. Jesús resucitado está diciendo: "Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos" (Jn 20:27; ver Lc 24:39). "¡Verdaderamente es algo terrible caer en las manos del Dios viviente!" (Heb 10:31)
Oración: "Toma mi mano adorado Señor, y guíame al hogar."
Promesa: "Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos" (Jn 10:27-28).
Alabanza: Roger llora de alegría cuando mira a un crucifijo.
Rescripto: †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 21 de enero de 2016.
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