Unos días antes de escribir este artículo, un hombre fue ejecutado en la silla eléctrica en el estado de la Florida. El estado de la Florida ordenó que le pusieran una máscara, pues "estaba tan desfigurado que su aspecto no era el de un hombre y su apariencia no era más la de un ser humano" (Is 52:14). El fuego prendió la máscara y la piel de la cara. Aun las personas presentes más duras de corazón se taparon la cara (ver Is 53:3) al sentir el olor de la carne quemada. El condenado antes de la muerte mantuvo ser inocente. Tal vez no lo era. Pero, ¿qué tal si lo fuera y fueras tú el culpable del crimen por el cual él murió? Seguramente esconderías tu rostro (ver Is 53:3) para no verlo morir en tu lugar.

Jesús fue ejecutado en tu lugar. "El Señor hizo recaer sobre Él las iniquidades de todos nosotros" (Is 53:6). "Él soportaba nuestros sufrimientos y cargaba con nuestras dolencias" (Is 53:4). "Él Fue traspasado por nuestras rebeldías, y triturado por nuestras iniquidades" (Is 53:5). Si nos diéramos cuenta de la gravedad de nuestros pecados contra un Dios tan Santo que es Amor (1 Jn 4:16) y la grandeza de la salvación que nos ha dado (Heb 2:3) al morir Jesús en nuestro lugar, lo amaríamos con todo nuestro corazón (Lc 10:27). Arrepiéntete completamente, adorémosle siempre, démosle gracias en público, y estemos dispuestos a hacer cualquier cosa por Él, incluso sufrir y morir. "Verán al que ellos mismos traspasaron" (Jn 19:37).

Nuestros pecados son graves. Su amor es perfecto y crucificado. Mira su cara de Amor.

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 10 de noviembre de 2015.

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