La palabra de las lecturas eucarísticas de hoy es "transformación". Los tiranos que oprimen a sus súbditos "no serán más" y el arrogante que atormenta a sus vecinos "se habrá ido" (Is 29:20; Ap 18:2; Is 37:36-38). El sordo escucha. El ciego ve. El Líbano, una nación conocida por sus grandes bosques, "se transformará en un huerto" (Is 29:17). La bandera del Líbano contiene un árbol de cedro. En el Antiguo Testamento se hace referencia a sus bosques más de setenta veces (ver Sal 92:13; 104:16; 2 Cr 2:7,15). Con el tiempo, muchos de sus bosques legendarios fueron cortados. Ahora, manzanas, melocotones, naranjas y limones, es lo que se cultiva en los huertos y se encuentran entre los principales productos agrícolas del Líbano. Esta transformación hubiera sido difícil de imaginar cuando Isaías escribió su profecía.

A pesar de que las transformaciones anteriores implican situaciones físicas, las palabras de Isaías también se aplican a la transformación espiritual. Por ejemplo, Saulo de Tarso, el perseguidor de los cristianos se convirtió en el evangelista más grande, san Pablo (1 Tim 1:13-14). ¿Hay personas o pecados en su vida que usted no puede imaginar que cambien alguna vez? ¿Cree que sus hijos, hermanos, padres, vecinos, jamás llegarán a tener fe? ¿Siente que el Goliat de la cultura de muerte no se puede transformar en una civilización de vida y amor por la acción de "Davides" que fielmente oran, ayunan, enseñan y dan testimonio?

Nosotros creemos en la "buena nueva" de Jesucristo (ver Mc 1:1). Dios tiene el poder para transformar cualquier cosa, porque "nada es imposible para Dios" (Lc 1:37). En la cruz, Jesús hizo la transformación más grande de todas. Él convirtió la muerte en vida nueva. Cree en el Dios de la transformación. Cree en las Escrituras de Adviento.