Jesús criticaba a algunos líderes religiosos por ser orgullosos. El orgullo fue el motivo por el cual algunos de ellos eran espiritualmente ciegos, insensatos e hipócritas (ver Mt 23:13,17). Por lo tanto, Jesús los llamó a humillarse y nos llama a nosotros a hacer lo mismo (Mt 23:12). Jesús "se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz" (Fil 2:8). Jesús, manso y humilde de corazón, quiere que nuestros corazones sean como el suyo (Mt 11:29). Él quiere "un pueblo pobre y humilde" (Sof 3:12). El Señor nos manda: "Que cada uno se revista de sentimientos de humildad para con los demás, porque Dios se opone a los orgullosos y da su ayuda a los humildes. Humíllense bajo la mano poderosa de Dios, para que Él los eleve en el momento oportuno" (1 Pe 5:5-6).

Para revestirnos de humildad debemos:

• llevar nuestras cruces diarias (Lc 9:23),

• elegir un puesto inferior (Lc 14:10),

• doblar nuestras rodillas y vidas ante el nombre de Jesús (ver Fil 2:10),

• arrepentirnos y confesar nuestros pecados unos a otros, especialmente, en el sacramento de la reconciliación (ver Stg 5:16),

• temblar al leer la Palabra de Dios (Is 66:2),

• perdonar y pedir disculpas,

• estar "dispuestos a escuchar y ser lentos para hablar y para enojarnos" (Stg1:19),

• ser sumiso con los demás (Ef 5:21)

• venir a servir (Mt 20:28)

En su Iglesia y su Palabra, especialmente en la Biblia, el Señor nos ha dado muchas formas más de humillarnos. Búscalas y hazlas. Revístete de humildad.

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 14 de abril de 2015

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