¿aturdido pero juzgando?
"No juzguen, para no ser juzgados" (Mateo 7:1).
No debemos juzgar el carácter y las motivaciones de las personas. Esas cosas no nos conciernen. Tampoco debemos pronunciar sentencias sobre los demás (Mt 7:2). Ni debemos sentenciarlos con castigos. No debemos juzgar con estos criterios.
Debemos reconocer y denunciar las acciones que no agradan a Dios. Sí nos toca poner a juicio nuestras motivaciones y nuestro pecado. Si no hacemos eso, podemos encontrarnos denunciando el pecado de los otros sin haber sacado "las vigas de nuestros propios ojos" (Mt 7:4). El Señor nos manda: "Cuando yo diga al malvado: «Vas a morir», si tú no se lo adviertes, si no hablas para advertir al malvado que abandone su mala conducta, y de esa manera salve su vida, el malvado morirá por su culpa, pero a ti te pediré cuenta de su sangre" (Ez 3:18). Por lo tanto, tenemos que juzgar lo que está bien o mal. Debemos juzgar, condenar y odiar el pecado. Esto tenemos que hacerlo tanto con nuestros hermanos como con nosotros mismos; pero siempre con amor.
Por lo tanto, tenemos la responsabilidad de juzgar el pecado, no a los pecadores. Tenemos que hacer esto para amar a los pecadores al quitarles las pajas de los ojos. Juzgar el pecado es necesario para amar a los demás. Juzgar a las personas es un obstáculo para poder amarlos. Juzga así, a fin de amar.
Oración: Padre, que pueda juzgar al mundo de la manera correcta (ver 1 Co 6:2).
Promesa: "Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré al que te maldiga, y por ti se bendecirán todos los pueblos de la tierra" (Gn 12:3).
Alabanza: Santo Tomás no sólo fue fiel a Dios en asuntos de Estado, sino también fue fiel en conducir su propia familia al Padre.
Rescripto: †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 10 de febrero de 2015
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