La mayoría de las personas reconocen que tienen el deseo de servir a otros. Millones sirven a los pobres, los enfermos, los niños, los ancianos, las personas sin hogar, etc. En Navidad, muchas personas son aun más conscientes de su necesidad de servir.

Sin embargo, el servicio puede tener una doble cara. Por un lado, uno se siente bien al ayudar a otros, pero al mismo tiempo que aliviamos el dolor del otro, lo asumimos nosotros. Por ejemplo, Jeremías no sólo fue despreciado por su servicio al pueblo de Dios; sino que incluso fue "pagado con el mal" (Jer. 18:20). Después de que Jesús les pidió a sus apóstoles la audacia de ser servidores, también los llamó a ser "esclavos de todos" (Mt 20:27, nuestra traducción) y hasta a dar la vida por los demás (Mt 20:28). Al servir nos volvemos vulnerables y aceptamos que hay cosas que están fuera de nuestro control. Este es el camino de la "esclavitud" divina y de la cruz del Calvario.

No debe sorprendernos que tengamos un deseo interno de servir, y también nos invade la duda, la urgencia de trazar una línea para limitar el servicio. Inclusive consideramos abandonar el servicio antes de tener que sufrir y morir a nosotros mismos.

¿Vas a beber del cáliz (Mt 20:22) del servicio crucificado de la esclavitud? ¿Vas a dejar que el amor de Dios crucifique tu carne y tu egoísmo? (ver Gálatas 5:24) Con Jesús, ven a servir (Mt 20:28). Ven a la cruz.

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 25 de agosto de 2014

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