Jesús repetidamente hablaba abiertamente en público en medio de oposiciones feroces y audazmente proclamaba la Palabra de Dios. "Algunos de Jerusalén decían: ¿No es este aquel a quien querían matar? ¡Y miren como habla abiertamente y nadie le dice nada!" (Jn 7:25-26).

Las claves de la intrepidez de Jesús son:

1. La relación con su Padre. Porque Jesús sabía que el Padre le amaba (ver Jn 5:20), Él tenía completa confianza en que su Padre lo protegería totalmente, hasta que la "hora" de su sufrimiento llegara (ver Jn 7:30; 12:27).

2. Sabía que el Padre lo enviaba para proclamar la Palabra de Dios. Jesús sabía que toda la autoridad de Dios, el Padre, lo estaba apoyando (ver Mt 28:18; Jn 5:36; 7:16). Porque Jesús buscaba la gloria para su Padre quien lo envió y no para sí mismo (Jn 7:18), Su corazón ardía de fervor en lugar de acobardarse debido al instinto de conservación.

3. Su amor. "En el amor no hay lugar para el temor: al contrario, el amor perfecto elimina el temor" (1 Jn4:18).

Ahora Jesús nos dice: "Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes" (Jn 20:21). Tomemos nuestros lugares en el Reino de Dios y tengamos confianza. Dios nos dará la fuerza incluso a plena vista de nuestros enemigos (Sal 23:5). "Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?" (Rom 8:31). Como el salmista, podemos decir: "Ellos me enfrentaron en un día nefasto, pero el Señor fue mi apoyo: me sacó a un lugar espacioso, me libró, porque me ama" (Sal 18:19-20).

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 25 de agosto de 2014

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