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Domingo, 15 de marzo de 2015

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4to domingo de Cuaresma


2 Crónicas 36:14-17, 19-23
Efesios 2:4-10
Salmos 137:1-6
Juan 3:14-21

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alegría sufriente

"Nosotros somos creación suya: fuimos creados en Cristo Jesús, a fin de realizar aquellas buenas obras, que Dios preparó de antemano para que las practicáramos" (Efesios 2:10).

Hoy celebramos el "domingo de la Alegría". La Iglesia nos exige que estemos alegres. Nos alegramos porque el Señor nos ha seguido amando a lo largo de la primera mitad de la Cuaresma. Con alegría anticipamos los gozos de la Pascua de Resurrección.

Sin embargo, parece que muchos de nosotros tenemos poco de que alegrarnos. Hemos sido rechazados, abusados y lastimados. La Cuaresma no ha sido el tiempo especial en nuestra vida, sino una devastadora tormenta que no termina. ¿Cómo podemos alegrarnos en medio de tan pésimas circunstancias?

El Señor no ignora estas dificultades; aun así nos invita a alegrarnos en Él (Fil 4:4). El Señor ha sido rico en misericordia con nosotros (Ef 2:4). Él "cuando estábamos muertos a causa de nuestros pecados, nos hizo revivir con Cristo" (Ef 2:5) Él nos ha salvado, levantado y dado un lugar en el cielo (Ef 2:6). El Señor nos ha dado la vida eterna.

No importa que tan mala sea la situación, si hemos entregado nuestras vidas a Jesús, tenemos razón de estar alegres. Podemos alegrarnos en Jesús y en nuestra salvación. Podemos tener el gozo de Jesús (Jn 15:11) una alegría que nadie puede quitarnos (Jn 16:22). Nuestro amor por Jesús nos liberará de la esclavitud de las circunstancias. Ese amor nos permite aceptar los problemas como oportunidades para ver cuánto nos ama (1 Pe1:6), en lugar de castigos para hacernos sufrir. Misteriosamente, nuestra alegría estará conectada a nuestros problemas, cuando unimos nuestros sufrimientos a los de Jesús (1 Pe 4:13). En resumen, unir nuestros sufrimientos al sacrificio de Jesús en la cruz, nos trae verdadera felicidad.

Oración:  Padre, en esta Cuaresma dame el fruto del Espíritu, milagrosa alegría divina (Gal 5:22).

Promesa:  "Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna" (Jn 3:16)

Alabanza:  "Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi salvador" (Lc 1:46:47).

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 25 de agosto de 2014

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