En el umbral de la Cuaresma, oramos por una renovación espiritual que nos convierta en nuevas creaturas. El Señor crea a través de su Espíritu, Palabra y Luz.

Por medio de la Luz de Dios podemos ver el inmenso "vacío" (ver Gn 1:2) en nuestras vidas. Vemos la necesidad de establecer orden, armonía y paz divina. Entonces, empezamos a separar las cosas, así como Dios separo la luz de las tinieblas (Gn 1:4), las aguas de arriba y las de abajo (Gn 1:7), y la tierra del mar (Gn 1:9). Necesitamos un reordenamiento para restaurarnos y transformarnos en nuevas criaturas. El Señor nos instruye: "salgan de en medio de esa gente y pónganse aparte" (2 Co 6:17); es decir, alejarnos de "la concupiscencia de la carne, codicia de los ojos y ostentación de riqueza" (ver 1 Jn 2:16). La oscuridad del mundo sofoca la abundancia de la creación de Dios. Debemos separarnos de los caminos del mundo pues Jesús nos ha escogido y apartado (Jn 15:19).

Además, para nacer de nuevo, debemos ser "fecundos, multiplicarnos, llenar la tierra y someterla" (Gn 1:28). Debemos rendir frutos para el Reino de Dios al compartir nuestra fe y apuntar a otros a una nueva vida en Cristo. Si no somos parte de esa "creación" con Dios se nos hará difícil recibir las muchas otras cosas que Dios quiere crear para nosotros.

Ésta Cuaresma dejemos de lado al mundo y demos fruto en el Espíritu. ¡Sé creativo y renuévate por completo!

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 25 de agosto de 2014

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