semillas de esperanza
"Saldrá una rama del tronco de Jesé y un retoño brotará de sus raíces" (Isaías 11:1).
Aun cuando una situación parezca desesperada o sin solución, el Señor puede suscitar nueva vida y hacer que se multiplique. Pensemos en situaciones como la de una familia devastada más allá de la reconciliación, un matrimonio destrozado y sin la posibilidad de entendimiento, o un joven adicto a las drogas, cuya mente y vida no pueden ser reconstruidas. Al mirar estas situaciones sólo se ve un callejón sin salida. ¿Cómo puede una vida salir de esta muerte?
El reino de David se hizo pedazos después de que muriera su hijo Salomón. El Reino del Norte de Israel fue derrotado e irremediablemente perdido. Todo lo que quedaba era la tribu de Judá. Todas las promesas de Dios a su pueblo parecían perdidas para siempre. Sin embargo, de ese pequeño remanente, un retoño brotó (Is 11:1) y el Mesías apareció: Jesucristo, Hijo de David, rey de Israel, el Mesías, Señor y Dios.
Dios provee constantes ejemplos de cómo la muerte se puede transformar en semilla de una nueva vida. Hace décadas, unos devastadores incendios forestales destruyeron gran parte del parque nacional de Yellowstone. Por muchos acres, todo lo que se podía ver era un bosque carbonizado, ennegrecido y sin vida. Sin embargo, al año siguiente las flores silvestres más hermosas, no vistas en décadas, florecieron en ese mismo paraje.
Las Escrituras de Adviento proclaman que aunque veamos un páramo sin vida, Dios ve vida en abundancia (Is 35:1, 7). Vemos una "tierra sedienta, reseca y sin agua" (Sal 63:2); pero Dios ve ríos y árboles frondosos (ver Is 41:18-19). Vemos devastación; Dios ve las semillas de la nueva vida. Camina con fe, no por lo que ves (2 Co 5:7). Deja que tu corazón desafíe a la esperanza. Cree en las Escrituras de Adviento.
Oración: Padre, me arrodillo sorprendido por tu plan misericordioso de salvación. Qué grande es tu amor; que profundos son tus diseños. Me ofrezco a Ti como tu siervo para traer la Buena Nueva a muchos.
Promesa: "¡Felices los ojos que ven lo que ustedes ven!" (Lc 10:23).
Alabanza: "Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes, y haberlas revelado a los pequeños" (Lc 10:21).
Referencia: (Esta enseñanza fue presentada por un miembro del equipo editorial).
Rescripto: †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 24 de augusto de 2015.
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