la certeza del fin y su venida
"El Dios del cielo suscitará un reino que nunca será destruido y cuya realeza no pasará a otro pueblo: Él pulverizará y aniquilará a todos esos reinos y Él mismo subsistirá para siempre" (Daniel 2:44).
La visión interpretada por Daniel ha sido el patrón de la historia (Dn 2:31ss). Un gran reino tras otro gran reino ha sido destruido. Incluso, el Templo y la ciudad de Dios, Jerusalén, fueron destruidos por los romanos en el año 70 D.C. (Lc 21:6). Jesús profetizó que la caída de Jerusalén sería un anticipo del fin del mundo. "Esa misma palabra de Dios ha reservado el cielo y la tierra de ahora para purificarlos por el fuego en el día del Juicio y de la perdición de los impíos" (2 Pe 3:7). "Pero nosotros, de acuerdo con la promesa del Señor, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva donde habitará la justicia" (2 Pe 3:13).
A pesar de la prueba histórica de la precisión de la profecía de Jesús de la destrucción de Jerusalén, muchas personas, incluso cristianos, dudan que la destrucción de Jerusalén anticipa el fin del mundo. Sin embargo, muchas de las principales críticas de la profecía de Cristo sobre el fin del mundo, ya han sido tiradas a la pila de la basura de la historia. Por ejemplo, Karl Marx retrató la escatología cristiana como un escape a asumir la responsabilidad de justicia en este mundo. Él llamó al cristianismo "el opio del pueblo." Aunque hay millones que aún creen la crítica de Marx sobre el cristianismo, la caída del comunismo marxista en la Unión Soviética ha mostrado su debilidad. Las críticas del cristianismo y de su escatología pasan, pero la palabra de Dios permanecerá para siempre (Lc 21:33).
Deja que el fin del mundo y Jesús regresen.
Oración: ¡Maranata! ¡Ven, Señor Jesús! (Ap 22:20)
Promesa: "El Dios grande hace conocer al rey lo que va a suceder más adelante" (Dn 2:45).
Alabanza: San Andrés y compañeros probaron la legitimidad de la religión entregando sus vidas por la fe en Jesús.
Rescripto: †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 15 de junio de 2015.
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