Hace décadas, nuestra familia se reunió con varias familias católicas jóvenes y sus pequeños hijos en la casa de campo de una de las familias. Fue una fiesta agradable hasta que me fijé que el anfitrión y otro de los padres sentados en un rincón sacaron una droga recreativa. A continuación encendieron sus cigarrillos. Inmediatamente en mi mente resonó un verso una y otra vez: "Mi realeza no es de este mundo" (Jn 18:36). Sabía que tenemos que vivir como sujetos de Jesús, el Rey, en todo momento, en todas las ocasiones. Rápidamente, recogí mi familia y nos fuimos de la fiesta para regresar a nuestra casa.

Hay una batalla que se libra entre dos reinos. El reino de las tinieblas, dirigido por Satanás, el príncipe de ese mundo (2 Co 4:4), y el Reino de Dios, dirigido por el Rey Jesús, "el Rey de los reyes de la tierra" (Ap 1:5), quien lucha constantemente por nuestra lealtad. No hay terreno neutral en esta batalla. No podemos servir a dos señores (ver Mt 6:24). Sólo es posible dar nuestra lealtad a uno de los reinos. O vivimos como sujetos obedientes, amando a Cristo Rey o nos rebelamos contra Él. El Rey Jesús abrazó la humildad. Si somos verdaderamente Sus súbditos obedientes y amorosos, debemos hacer lo mismo.

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 15 de junio de 2015.

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