cómo nos hicimos sacerdotes
"Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec" (Hebreos 7:17, Salmos 110:4).
Como casi todos los pueblos a lo largo de la historia, el pueblo judío cree que el sacrificio es uno de los elementos esenciales para tratar con el pecado y poner a la humanidad en libertad. La persona que ofrece sacrificios a Dios en nombre del pueblo se llama un sacerdote. Por lo tanto, los sacerdotes son una parte esencial del plan de salvación de Dios. En consecuencia, debido a que Jesús es el Salvador del mundo, Él debe ser un sacerdote. Para los judíos, todos los sacerdotes descendieron de la tribu de Leví. Pero Jesús era de la tribu de Judá. ¿Cómo puede Jesús ser sacerdote?
En el libro de Génesis, escuchamos sobre el sacerdote Melquisedec. Era un sacerdote antes de que hubiera tribus en Israel. Era una figura misteriosa "sin padre ni madre ni antecesores, ni comienzo ni fin de su vida" (Heb 7:3). El salmista profetizó que el sacerdocio de Melquisedec seguiría (Sal 110: 4). El escritor del libro de los Hebreos proclama que Jesús es un sacerdote según el orden de Melquisedec. Jesús se sacrificó a sí mismo en el altar de la cruz. Él es verdaderamente el Salvador del mundo y somos nosotros los que somos bautizados en Él y compartimos su sacerdocio (ver 1Pe 2:9; Ap 5:10). En Cristo, somos sacerdotes en el orden de Melquisedec. ¡Aleluya!
Oración: Padre, quiero vivir mi sacerdocio bautismal al máximo. Te ofrezco mi cuerpo como sacrificio vivo (Rom 12:1).
Promesa: "Entonces, le dijo al hombre, 'Extiende tu mano'. El la extendió y su mano quedó curada" (Mc 3:5).
Alabanza: Cuando Santa Inés, una muchacha de trece años, fue llevada a su martirio, era tan feliz como una novia caminando por el pasillo para encontrar a su novio. Mantuvo los ojos siempre fijos en Jesús (Heb 12:2).
Rescripto: †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 14 de agosto de 2014
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