rejuveneciendo en jesús
"Acuérdate de tu Creador en los días de juventud" (Eclesiastés 12:1).
Esta mañana, enfrente de mí en la Misa estaba la hermana Ana. Ella recordó a su Creador en su juventud (Ecl 12:1), al entregar toda su vida a Dios en una vocación religiosa. Durante cincuenta años, enseñó a mujeres jóvenes en escuelas secundarias católicas y las orientó a conocer, amar y servir a Dios. Ahora retirada, la hermana requiere un audífono para escuchar. Para ella, "declina el ruido del molino" (Ecl 12: 4). Al principio de esta primavera, la hermana ya no podía mantenerse de pie ni de rodillas con la congregación durante la Misa; tiene que estar sentada, porque "se encorvarán los hombres (piernas en su caso) vigorosos" (Ecl 12:3). Nunca se queja de su situación, y diariamente irradia el gozo del Señor a todos los que la acompañan en la misa.
Cuando vivimos el estilo de vida de un discípulo de Cristo, actuamos constantemente muriendo a nosotros mismos en Jesús (Lc 9:23), día a día, año tras año. Se convierte en una segunda naturaleza para ofrecer gustosamente nuestro cuerpo, vida, alma, corazón, mente, salud y todo lo nuestro en cada situación de vida. "Siempre y en todas partes, llevamos en nuestro cuerpo los sufrimientos de la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo. Y así aunque vivimos, estamos siempre enfrentando la muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal" (2 Co 4:10-11). Así, cuando nuestras habilidades corporales declinan en la vejez, nos ajustamos a ésta con gusto, incluso con gozo y gratitud porque en la segunda naturaleza nos abandonamos totalmente a Jesús. Nos regocijamos de tener algo más que ofrecerle a Él.
Lo contrario de viejo no es joven, sino nuevo. A medida que pasa cada año, en vez de envejecer en el Señor, rejuvenezcamos en Él (2 Pe 3:18).
Oración: Padre, "Enséñanos a calcular nuestros años, para que nuestro corazón alcance la sabiduría" (Sal 90:12). Te entrego mi vida entera.
Promesa: "Dios te llamará a juicio" (Ecl 11:9).
Alabanza: San Vicente atendió a los pobres formando organizaciones de caridad, con comunicación constante y súplicas a los poderosos y con el espíritu humilde y amoroso de un pastor de almas.
Referencia: (Esta enseñanza fue presentada por un miembro del equipo editorial).
Rescripto: †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 23 de abril de 2014
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