humildad sin límites
"Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio" (Mateo 11:29).
Jesús es dócil y humilde de corazón (comparar con Zac 9:9). Jesús "se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz!" (Fil 2:8). Jesús primero se humilló y lavó los pies de los apóstoles. Luego les ordenó: "Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes" (Jn 13:15). Jesús prometió: "porque el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado" (Mt 23:12).
El Señor nos manda ser humildes en nuestras relaciones personales, es decir, practicar la "sumisión" (ver Ef 5:21). Debemos ser humildes al administrar nuestras finanzas y posesiones. Esto se llama "mayordomía". El Señor nos compele a ser humildes obedeciendo su palabra compartida a través de las enseñanzas en las lecturas en la Iglesia y de la Biblia. Esta humildad para recibir las enseñanzas se llama "docilidad." Sin lugar a dudas, el Señor quiere que nuestras vidas estén marcadas por la humildad. El Señor ha prometido: "Yo dejaré en medio de ti a un pueblo pobre y humilde, que se refugiará en el nombre del Señor" (Sof 3:12). "Humíllense delante del Señor y Él los exaltará" (Stg 4:10).
Oración: "Jesús, haz mi corazón como el tuyo, dócil y humilde de corazón".
Promesa: "Si ustedes viven según la carne, morirán. Al contrario, si hacen morir las obras de la carne por medio del Espíritu, entonces vivirán" (Rom 8:13).
Alabanza: "Te alabaré, Dios mío, a ti, el único Rey, y bendeciré tu Nombre eternamente; día tras día te bendeciré, y alabaré tu nombre sin cesar" (Sal 145:1-2).
Rescripto: †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 1 de abril de 2014
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