Después de sufrir el trauma de ver crucificado a su amado Jesús, María Magdalena entra en éxtasis cuando Jesús resucitado se le apareció la mañana de Pascua. Las dos cosas que más quería hacer María eran abrazar a Jesús y estar con Él. Sin embargo, las dos cosas que Jesús le dijo fueron que dejara de retenerlo y que se alejara de Él (Jn 20:17).

Podríamos pensar que ésta sería una batalla interior monumental para María, dadas las increíbles emociones que sentía y el inmenso amor que le tenía. ¡Pero mira lo que hizo María! Inmediatamente, ella renunció a sus más profundos deseos y gustosamente cumplió las órdenes de Jesús. Soltó a Jesús y permaneció fue a contarle a los discípulos la buena nueva de su resurrección, como Él le había indicado (Jn 20:18). El Evangelio no habla de que María protestara sobre las palabras de Jesús, sólo que ella respondió obediente, sin vacilar.

Es probable que María pudo ceder a la voluntad de Jesús de manera tan perfecta, porque antes de que Jesús le ordenara, se dirigió a María por su nombre (Jn 20:16). Cuando sabemos que Jesús nos ama de manera personal e íntima y estamos tan seguros de su amor por nosotros, es más fácil dejar atrás nuestros deseos. Todos necesitamos su amor.

¿Estás luchando con algo que el Señor te pide hacer? Ten la certeza de su amor por ti. Si fueras la única persona en la tierra, Jesús habría muerto y resucitado por sólo por ti. Nada puede separarte de su amor (Rom 8:39). Por eso, vete y lleva su amor personal y resucitado a un mundo perdido y lastimado.

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 18 de diciembre de 2013

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