la cruz de ser rico
"Él, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes. Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: '¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!'" (Marcos 10:22-23).
La mayoría de la gente en los Estados Unidos son ricos según las normas históricas e internacionales. Si somos ricos o no, somos los que "se exponen a la tentación", a la trampa, si queremos ser ricos (1 Ti 6:9). Nos dejamos llevar como aquellos que "caen en la trampa de innumerables ambiciones y cometen desatinos funestos que los precipitan a la ruina y a la perdición" (1 Ti 6:9).
"Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios" (Mc 10:25). Por consiguiente, debemos ser reacios a ser ricos y serlo solamente si el Señor insiste en ello. Si somos ricos, tenemos que ser servidores buenos y fieles al Señor (Mt 25:21), quien es el dueño de todas las posesiones y dinero que Él mismo nos ha confiado. Tenemos que dar el diezmo, dar limosna y sacrificarse, hasta que duela. Hay quienes creen que la generosidad les impedirá seguir siendo ricos. Sin embargo, a Dios nadie le gana en generosidad. Sucede a menudo que los ricos que son buenos servidores del Señor acaban enriqueciéndose más (Cfr. Mt 25:28). Pero también puede suceder que el Señor permita que un rico sea despojado de sus riquezas y, por ende, de los deberes de servicio. Así, Él les da más libertad y les pone en una posición menos peligrosa para su salvación.
Por lo tanto, da "una buena medida, apretada, sacudida y desbordante" (Lc 6:38). Esto podría librarte de ser rico. Sin embargo, si el dar te hace más rico, carga con tu cruz de ser rico, responsable y rodeado de peligros, y sé un siervo fiel y responsable.
Oración: Padre, envía el Espíritu Santo para que me enseñe (Jn 14:26) a ser pobre (Mt 5:3).
Promesa: "Ustedes se regocijan a pesar de las diversas pruebas que deben sufrir momentáneamente: así, la fe de ustedes, una vez puesta a prueba, será mucho más valiosa que el oro perecedero purificado por el fuego, y se convertirá en motivo de alabanza, de gloria y de honor el día de la Revelación de Jesucristo" (1 P 1:6-7).
Alabanza: San Catalina se sirvió de su gran riqueza para guiar a los indígenas americanos y a los afroamericanos a una nueva vida y esperanza en Cristo.
Rescripto: †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 8 de augusto de 2013
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