un recipiente digno
". . . para que fuéramos santos e irreprochables en su presencia. . ." (Efesios 1:4).
Imagínate que luego de una gran celebración, queda suficiente como para guardar en el refrigerador. En la cocina, tienes recipientes sucios y otros limpios; ¿cuáles usarías? El pensamiento es repulsivo y la imagen es impensable.
No podemos imaginarnos que el día de la Adoración de la Eucaristía la custodia estuviera sucia y descuidada. Lo primero que hace el sacerdote o sacristán es limpiar y pulir la custodia antes de poner la Santa Eucaristía dentro, para que el Pan de Vida consagrado tenga un recipiente limpio y apto para la santidad de nuestro Señor.
¿Cuánto más tiene que ser María, la Madre del Señor, pura, sin mancha e inmaculada para llevar a Jesús, la Segunda Persona de la Santa Trinidad, Dios mismo, en su vientre humano? La Iglesia nos dice que: "la bienaventurada Virgen María fue preservada inmune de toda la mancha de pecado original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo Salvador del género humano" (Catecismo, 491).
María recibió una gracia especial por su papel único en el plan salvador, además ella anuncia el plan de Dios para cada uno de nosotros: para hacernos a todos "santo e inmaculado, sin mancha ni arruga" (Ef 5:27). Con María di "Sí" a una vida de amor santo a Jesús.
Oración: Padre, "límpiame del pecado" (Sal 51:9), que yo sea santo como Tu eres Santo (1 Pe 1:16).
Promesa: "Fuimos destinados de antemano para alabar Su gloria" (Ef 1:12).
Alabanza: La Inmaculada María es una señal segura de la soberanía de su Hijo Jesús como Señor de la vida y el tiempo.
Rescripto: †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 14 de agosto de 2014
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