Martes, 18 de noviembre de 2014
> >Dedicación de las Basílicas de los santos Pedro y Pablo.
santa Rosa Filipina Duchesne.
la llamada de amor
"Yo estoy junto a la puerta y llamo" (Apocalipsis 3:20).
Jesús llama a la puerta de nuestras vidas. ¿Por qué no la abren? Él quiere cenar con nosotros (Ap 3:20). Eso no suena tan mal. No obstante, cenar con Jesús no es todo lo que significa la entrada de Jesús en nuestras vidas. Jesús viene para quedarse (ver Lc 19:5), y Él llega para ser el Señor de cada detalle de nuestras vidas. Cuando abrimos la puerta para Jesús, decimos, en efecto: "ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí" (Gal 2:20). Si abrimos la puerta para Jesús, tenemos que:
- renunciar a nosotros mismos, cargar con nuestra cruz y seguirle (Lc 9:23),
- arrepentirnos de ser displicentes en nuestro amor por Jesús (Ap 3:16),
- ser caliente para Jesús (Ap 3:15),
- dar algo, la mitad (véase Lc 19:8), o todos nuestros bienes a los pobres (Mt 19:21),
- restituir a los que hemos defraudado (Lc 19:8),
- ser un testigo de Jesús (ver Hch 1:8),
- sufrir por y con Jesús (ver Fil 1:29) y
- vivir y morir por Jesús (ver 2 Tim 2:11).
¿Por qué abriríamos la puerta a Jesús? Nos abrimos a Él porque nos ama tanto que murió por nosotros y porque lo queremos con todos nuestros corazones.
Oración: Jesús, obligado por el amor, ya no viviré por mí mismo sino por Ti (2Co 5:14-15).
Promesa: "Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombre es un hijo de Abraham, porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido" (Lc 19:9-10).
Alabanza: "Aceptaron que me [a Pablo] había sido confiado el anuncio del Evangelio a los paganos, así como fue confiado a Pedro el anuncio a los judíos" (Gal 2:7).
Rescripto: †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 3 de junio de 2014
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