¿Sería posible olvidar tu primer amor por Jesús (Ap. 2,4), perder la fe (2Cor 11,3) y hacerte un reincidente? (Stg 4,8) ¿Luego de vivir una vida en el Espíritu, volver a vivir bajo el dominio de la carne? (Ga 3,3). Imagina que después de escapar de "un mundo contaminado [gracias al] reconocimiento del Señor y Salvador Jesucristo", te dejaras "enredar y dominar de nuevo por esos vicios (2 Pe 2,20).

En cierta medida, sería mejor "no conocer el camino de la justicia, que después de haberlo conocido, apartarse del santo mandamiento que le fue transmitido" (2Pe 2,21). Cuando caemos, luego de haber conocido el camino de la verdad, nuestro "estado final llega a ser peor" que la del que nunca ha creído (2P 2,20; Cfr. Lc 11,24-26; Heb 6,4-6).

Por lo tanto, "ser solícito para hacer su llamada y la elección permanente, hermanos; seguramente los que lo hacen nunca se perderán. Por el contrario, su entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo se prestará ricamente" (2Pe 1,10-11).

"Permanezcan firmes y bien fundados en la fe, sin apartarse de la esperanza transmitida por la Buena Noticia." (Col 1,23).

Incluso cuando se produzca una apostasía masiva de cristianos que abandonarán su amor por el Señor (2Tes 2,3). Es la gracia de Dios la que nos permite no ser uno de los que "vuelven atrás para su perdición, sino que vivimos en la fe para preservar nuestra alma" (Heb 10,39). Que nunca deje de amar a Jesús; que pueda amarlo completamente para siempre.

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 5 de mayo de 2013

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