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Domingo, 15 de septiembre

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24to Domingo del Tiempo Ordinario


Éxodo 32,7-11, 13-14
1 Timoteo 1,12-17
Salmos 51,3-4, 12-13, 17, 19
Lucas 15,1-32

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Reflexiones Similares

¿has dejado de perdonar, de dar y vivir?

"Y Dios, que conoce los corazones, dio testimonio en favor de ellos, enviándoles el Espíritu Santo, lo mismo que a nosotros" (Hechos 15,08).

"Por eso, déjame obrar: mi ira arderá contra ellos y los exterminaré" (Éxodo 32,10).

El Señor, al punto de terminar su relación con su pueblo elegido, decide perdonarles una vez más. Jeremías quiso renunciar a su ministerio profético (Jer 20,9) después de no haber perdonado a los israelitas (Cfr. Jer 18,23). Jesús oró, en el Calvario, para que su Padre nos perdonara (Cfr. Lc 23,34),. Es posible que, en más de una ocasión, Él se sintiera tentado a bajar de la cruz y a renunciar al Plan de Salvación (Cfr. Mt 27,42).

El orgullo que no nos permite perdonar, usa la ofensa recibida como una excusa para abandonar algo que nuestro Señor desea que continuemos. Si perdonamos, encontraremos la fuerza para continuar. Imagina una mujer que se niega a perdonar a su marido. Ella puede renunciar a su matrimonio, o, tal vez deja de esforzarse por el éxito de su matrimonio. Padres rencorosos abandonan su responsabilidad delegada por Dios. A veces terminan actuando como máquinas, con muy poca dedicación.

No perdonar es la causa principal de divorcio, del abuso, de la disfunción familiar y del abandono. Llamados a perdonar setenta veces siete (Cfr. Mt 18,22), con frecuencia dejamos de dar, de amar, y de esforzarnos; sin darnos cuenta que también abandonamos la vida eterna. El rencor, no sólo nos aleja del hermano, sino también del Señor. Oremos para que Él nos perdone como nosotros perdonamos a los demás (Mt 6,12). Debemos perdonar como el padre del hijo pródigo, o vamos a ser como su hijo mayor que no perdonó (Cfr. Lc 15,20, 28). ¡Acepta el reto de perdonar! No arriesgues tu vida, el amor y tu relación con Dios.

Oración:  Padre, acepto tu gracia para perdonar a todos aquellos que alguna vez me han hecho daño de cualquiera manera.

Promesa:  "Es doctrina cierta y digna de fe que Jesucristo vino al mundo para salvar a los pecadores y yo soy el peor de ellos" (1Tm 1,15).

Alabanza:  ¡Alabado sea Jesús, cuyo Espíritu nos da el poder para perdonar! ¡Gracias, Jesús, por perdonar mis pecados!

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 5 de mayo de 2013

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