Posiblemente en el cumpleaños de Herodes, la única persona que quería ver a Juan decapitado era Herodías. Herodes no quería matar a Juan (Mc 6,20) y la hija de Herodías no pensaba en pedir la cabeza de Juan hasta que su madre se lo pidió (Mc 6,24). Además, la mayoría de la gente en la fiesta de cumpleaños de Herodes probablemente pensó que estaba muy mal el decapitar a Juan. Aún la gente de conciencias depravadas, pueden ver lo perverso de colocar una cabeza humana recién cortada, sobre un plato, para exhibirla en una fiesta.

Una persona puede no saber que comete una atrocidad, la cual nadie aprueba, si los demás se quedan paralizados sin hacer nada al respecto. Herodes estaba paralizado por el orgullo. La hija de Herodías tal vez estaba confundida y asustada. Los invitados se quedaron paralizados por sus egos, miedos y ambiciones políticas.

Hoy día, vemos como los bebés en el vientre son asesinados. Las comunidades se vuelven insensibles frente a la violencia: refugiados que se mueran de hambre; miles de personas aniquiladas en las guerras. Sin embargo, son muy pocos los que apoyan el aborto, la violencia, el hambre o la guerra. Estas cosas suceden porque, igual que Herodes, nos sentimos paralizados e incapaces de detener a una Herodías. Estamos llamados a ser libres y audaces como Juan el Bautista…decididos a detener a miles de Herodías. El Señor nos manda: "En cuanto a ti, cíñete la cintura, levántate y diles todo lo que yo te ordene" (Jer 1,17).

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 5 de mayo de 2013

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