Solemos estar más ajenos a la realidad que en contacto con ella. Por ejemplo, muchas personas "viven en constante temor" (Lc 12,32) a pesar de que el Señor nos ha asegurado 365 veces en la Biblia de que no tenemos que tener miedo. Además, muchas persona son tan inseguras que piensan que se morirán de hambre si venden lo que tienen o dan limosnas (Cfr. Lc 12,33). Ellos no están seguros de que su Padre celestial les proveerá del "pan de cada día" (Mt 6,11). Además algunas personas creen que vivirán eternamente. Ellos tratan de no pensar en su muerte ni en el fin del mundo. Todos tenemos la tendencia de no pensar en la realidad.

El Señor nos ha concedido una forma muy eficaz de mantenernos "en balance con la realidad" para evitar que "nos confundamos." El estar conscientes de que Jesús puede venir en cualquier momento y terminar con todo, nos hace vivir la realidad. Por ejemplo, nuestro temor por los problemas de este mundo desaparece cuando nos damos cuenta de que el mismo puede desaparecer en cualquier momento. También, cuando nos damos cuenta del hecho inminente del regreso de Jesús al final de los tiempos, no nos aferramos a nuestro dinero como si fuera un Dios. Ante la verdad del regreso de Jesús, nos damos cuenta que es mejor confiar en nuestro Padre Celestial. Nos ponemos en paz porque nos damos cuenta que el Cristo resucitado y glorificado ha vencido la muerte (Cfr. 1Cor 15,54-55). Porque Jesús puede regresar en cualquier momento, podemos vivir la realidad en este y en cualquier otro momento.

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 5 de mayo de 2013

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