Abraham creyó que el Señor no "Matará al justo juntamente con el culpable" (Gn 18:25). Sin embargo, el Señor realmente deja que el inocente muera por el culpable. "Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único," Jesús, el inocente, "para que todo el que crea en Él no muera, sino que tenga Vida eterna." (Jn 3:16).

Jesús vino a morir para que nosotros los pecadores podamos tener vida a través de Él. "En efecto, cuando todavía éramos débiles, Cristo, en el tiempo señalado, murió por los pecadores. Difícilmente se encuentra alguien que dé su vida por un hombre justo; tal vez alguno sea capaz de morir por un bienhechor. Pero la prueba de que Dios nos ama es que Cristo murió por nosotros cuando todavía éramos pecadores… Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más ahora que estamos reconciliados, seremos salvados por su vida. (Rm. 5:6-8, 10).

Somos discípulos de Jesús. Por lo tanto, seguimos sus pasos, tomamos nuestra cruz de cada día, morimos a nosotros mismos, y le ofrecemos a Él nuestras vidas (Lc 9:23). No nos es humanamente posible a nosotros amar a los de Sodoma y Gomorra de este mundo lo suficiente como para morir en su nombre. Sin embargo, "el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado" (Rm 5:5). Amemos con el amor de Dios, no un amor humano.

"Pongan su mirada en Jesús" (Heb 3:1). "Permanezcan en su amor" (Jn 15:10). "El entregó su vida por nosotros; también nosotros debemos dar la vida" por aquellos que Él ama (1 Jn 3:16).

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 1 de marzo de 2013

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