hombre de su casa
"Los condujo a su casa, extendió una mesa en frente de ellos y con mucha alegría celebró con su familia su nueva fe en Dios" (Hch 16,34).
Durante un temblor el presidiario estuvo a punto de suicidarse (Hch 16,27). Pablo y Silas lo detuvieron y él los llevó a su casa. "Ellos procedieron a anunciar la palabra de Dios a él y a todos los de su casa" (Hch 16,32). Luego los invitó a que se quedaran (Hch 16,34). La casa es el lugar donde se recibe salvación.
Antes de que el presidario y su familia se convirtieran, Pablo y Silas convirtieron a Lydia. Después de que ella y todos en su casa fueran bautizados ella nos invitó: "Si ustedes están convencidos de que yo creo en el Señor, vengan y quédense en mi casa" (Hch 16,40). La casa es el lugar de conversión, sanación y comunidad.
Cuando Jesús envió a sus apóstoles a proclamar el Reino de Dios, Él les ordenó: "Quédense en cualquier casa que ustedes entren y de allí continúen" (Lc 9,4). Después del Primer Pentecostés, aquellos que se llenaron con el Espíritu Santo partían el pan, es decir, celebraban la Eucaristía, en sus casas (Hch 2,46). El hogar es la base para establecer el Reino de Dios y el corazón de la comunidad cristiana.
Dejemos que el Cristo resucitado haga de tu casa su lugar de permanencia.
Oración: Padre, haz de mi casa una iglesia doméstica.
Promesa: "Es mucho mejor que yo me vaya. Si no lo hago, el Paráclito nunca vendrá, mientras que si yo me voy, yo se los enviare" (Jn 16,7).
Alabanza: En las últimas décadas y dos veces al mes, Victoria ha recibido en su casa a su grupo de oración comunitaria.
Rescripto: †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 19 de diciembre de 2012
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