"Entonces apedrearon a Pablo y, creyéndolo muerto, lo arrastraron fuera de la ciudad. Pero él se levantó y, rodeado de sus discípulos, regresó a la ciudad" (Hechos 14:19-20).

En su primer viaje misionero cristiano, Pablo y Bernabé fueron expulsados de Antioquía (en Pisidia), Iconio y Listra. Tan pronto como fue posible, volvieron a entrar en estos tres lugares para terminar el trabajo de establecer estas iglesias cristianas (Hechos 14:21). "Confortaron a sus discípulos y los exhortaron a perseverar en la fe, recordándoles que es necesario pasar por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios. En cada comunidad establecieron presbíteros, y con oración y ayuno, los encomendaron al Señor en el que habían creído" (Hechos 14:22-23).

¿Dirías que a tu iglesia parroquial, tu comunidad cristiana y tu familia se les anima con frecuencia a sufrir redentoramente? ¿Estás orando y ayunando como una comunidad por tus dirigentes y por los nuevos líderes de la Iglesia en todo el mundo? Si diéramos testimonio de nuestra fe, al menos lo suficiente como para merecer persecución y sufrimiento, la Iglesia no estaría dividida, debilitada y tibia. Si en nuestros sufrimientos también oráramos y ayunáramos por los líderes de la Iglesia, no estaríamos padeciendo esta crisis de vocaciones, sino más bien una explosión de liderazgo y una nueva vida en la Iglesia.

En este Año de la fe, evangeliza, sufre, ora, ayuna, y ve la Iglesia como el Señor quiere que sea.

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 19 de diciembre de 2012

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