Después de que Jesús pronunciara las palabras de la lectura del Evangelio de hoy, la reacción de los oyentes fue de violenta hostilidad. Una vez más "buscaron piedras para apedrearlo" (San Juan 10:31). Nosotros no reaccionamos de la misma manera porque no somos judíos y las enseñanzas de Jesús no se oponen a nuestras creencias religiosas. Pero, ¿explicaría esto nuestra reacción diferente? ¿Entendemos la radicalidad de las implicaciones que contienen las palabras de Cristo?

En la primera lectura de hoy, leemos que las enseñanzas de San Pablo fueron recibidas "con violencia" (Hechos 13:45). Ha habido homilías que no nos habrán interesado, y probablemente nunca hemos llegado al extremo de querer echar al sacerdote fuera de la ciudad. Pero, ¿Demuestra esto que somos más pacíficos y comprensivos que los oyentes de san Pablo? o ¿no será que quizá no nos importa mucho?

El tipo de cristianismo secularizado que vivimos es propio de gente tibia. No creemos con firmeza ni luchamos decididamente por la fe (Jd3) cuando está bajo amenaza. Nos preocupa más aparentar ser tolerantes con las creencias de los demás, pero en realidad somos simplemente apáticos. En la Iglesia primitiva surgían revueltas por motivo de la resurrección (véase Hechos 23:6ss). Ojalá creyéramos en la resurrección de Jesús con semejante celo.

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 19 de diciembre de 2012

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