siendo padres malos
"Israel amaba a José más que a ningún otro de sus hijos" (Génesis 37:3).
Israel, también conocido como Jacob, merecía el sello de desaprobación sobre cómo ser padre. Fue un padre terrible. Favoreció a su hijo, José y le hizo una túnica especial sin dar a sus otros hijos nada comparable (Gn 37:3). Jacob permitió que la comunicación en su familia fuera tan pobre que los hermanos de José "le tomaron tal odio que ni siquiera podían dirigirle el saludo" (Gn 37:4). Jacob estaba tan ajeno a los sentimientos de su familia que sin saberlo envió a José a una situación en la que casi fue asesinado por sus hermanos (Gn 37:13ss). Aunque tal vez has cometido errores como padre, probablemente no has sido peor que Jacob.
La buena noticia es que el Señor tuvo misericordia de Jacob y su familia. Después de que José fue vendido como esclavo por sus hermanos, el Señor "entró en la historia" permitiendo los eventos de los próximos treinta y nueve años para restaurar la familia de Jacob. Después de la muerte de Jacob, su familia se reconcilió. Asimismo, el Señor ha "entrado en nuestra historia" para restaurar su familia —no importa la gravedad de la situación. Si le das tu vida y tu familia, Él será tu "Reparador de brechas», «Restaurador de moradas en ruinas" (Is 58:12).
Durante esta Cuaresma, ayuna y ora por su familia. Confiesa tus pecados. Con fe, dándole gracias al Señor por lo que está haciendo en tu familia. Esta temporada de Pascua, celebramos la resurrección del Señor y la resurrección de tu familia.
Oración: Padre, haz que los padres malos se arrepientan y formen familias santas.
Promesa: "La piedra que los constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular: esta es la obra del Señor, admirable a nuestros ojos" (Mt 21:42; Sal 118:22).
Alabanza: Dan decidió seguir a Jesús más al observar el amor y el gozo de Dios en un otro adolescente. Poco después, Dan comenzó un ministerio ungido para los jóvenes adultos.
Rescripto: †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 27 de septiembre de 2012
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