Juan trató de detener a un hombre de exorcizar demonios (Mc 9:38). Jesús le dijo a Juan que dejara de impedir que otros expulsaran a los demonios, incluso si Juan tenía que cortar su mano, amputarse la pierna, o sacarse un ojo ( Mc 9:39, 43-47). Juan trató de detener al hombre de expulsar a los demonios, posiblemente porque estaba celoso de un hombre que era más poderoso de lo que él era. A pesar de que a menudo nos ponemos celosos, esta no suele ser la razón por la que tratamos de evitar que la gente expulse los demonios en la actualidad. Lo hacemos a través de la laicidad, el pecado y el egoísmo.

La laicidad funciona como si este mundo es en todo lo que necesitamos pensar. Niega cualquier significado práctico del cielo, la eternidad, Dios o Satanás. La expulsión de los demonios no se ajusta a la mentalidad material. Así que los seculares se burlan de la mención de la expulsión de los demonios. Si nos negamos a arrepentirnos de los pecados, el diablo va a usar ese pecado para manipularnos a oponernos a aquellos que se oponen a él. Por último, si somos egoístas y no nos centramos en Cristo, no tendremos ningún poder sobre el diablo, porque cualquiera autoridad sobre él es en nombre de Jesús, no en nuestro nombre. Por lo tanto, las personas egoístas evitaran el trato con el diablo, y egoístamente insistirán en otros haciendo lo mismo.

¿Estás tratando de parar a aquellos que se oponen al diablo? Pare usted mas bien.

Rescripto:  †Muy Reverendo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 22 de junio de 2012

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