En el antiguo pacto, podíamos nacer y sólo morir más tarde (Qo 3:2). Sin embargo, en el nuevo pacto, cuando creemos en Jesús, morimos (Jn 12,24) y nacemos al mismo tiempo (Jn 3:3, 5). Por otra parte, en Jesús, buscar y perder no son necesariamente opuestos (Qo 3:6). Sólo cuando perdemos nuestra vida (Lc 9:24) podemos buscar primero el reino de Dios (Mt. 6:33). Además, el amor y el odio no son siempre opuestos (Qo 3:8). Odiamos el pecado, porque amamos a los pecadores y sobre todo porque amamos a Dios. Por último, porque Jesús es nuestra paz (Ef 2:14), tenemos una paz más allá del entendimiento (Flp 4:7). Nuestra paz no es incompatible con la guerra (Qo 3:8). Más bien, tenemos paz en medio de una guerra espiritual (Ef 6:12; Ap 19:14 y ss.)

A causa del pecado, la creación y la naturaleza humana han caído. Nuestros corazones están inquietos. Luchamos con los conflictos internos (St 4:1). En la antigua alianza, "todas las obras del Altísimo ... vienen en pares, uno opuesto al otro" (Si 33:15). En la nueva alianza, Jesús ha destruido "las obras del diablo" (1 Jn 3:8) y ha reconciliado "todo en su persona, tanto en la tierra como en los cielos" (Col 1:20). "Todo esto ha sido hecho por Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo y nos ha dado el ministerio de la reconciliación" (2 Co 5:18).

Rescripto:  †Muy Reverendo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 22 de junio de 2012

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