Den gracias al Señor porque sus caminos y pensamientos son muy diferentes a los nuestros (Is 55:9). Den gracias a Él porque no está de acuerdo con nosotros o nos complace. Él sólo nos dice la verdad aunque esté más allá de nosotros, aun cuando también contradiga lo que nuestra cultura nos ha dicho. La revelación de Dios no encajará en nuestros modos de pensar, así que o nos sometemos a ella o la rechazamos.

Por ejemplo, el Señor, hablando a través de Pablo, dice: "En el momento de tensión actual me parece bien que una persona continúe tal cual es" (1 Co 7:26). Esto significa que no hay divorcio para los casados y no hay búsqueda de un cónyuge para aquellos solteros (1 Co 7:27). Esto no es un mensaje popular en una sociedad donde la tasa de divorcios es casi el cincuenta por ciento, y donde muchos solteros están de fiesta, de bar en bar, fornicando, o utilizando profanos servicios de citas para conocer a "cierta persona." Por supuesto, Jesús por lo general no es popular. No crucificamos a la gente popular.

En la lectura del Evangelio de hoy, Jesús nos revela algunas otras verdades escandalosas. Sostiene que la felicidad es la elección de la pobreza material, de pasar hambre por santidad en vez de placer, de llorar nuestros pecados, y de ser lo suficientemente Cristiano para aceptar la persecución (ver Lc 6:20-22). Todo esto va directo a la cara de las mentiras de nuestra cultura. Jesús ataca de nuevo.

Rescripto:  †Muy Reverendo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 22 de junio de 2012

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