Cuando tenía veintiún años, fui bendecido al tomar parte en un seminario llamado Vida en el Espíritu. En la quinta semana, los miembros del equipo impusieron sus manos sobre mí para ser bautizado en el Espíritu Santo (ver Hch 8:17; 19:5-6). Yo había estado leyendo la Biblia todos los días por algún tiempo. Al día siguiente, tomé mi Biblia para mi estudio diario. Cuando comencé a leer las Escrituras, la palabra de Dios se reveló en una nueva forma. Era como si pudiera oler el polvo del camino y escuchar a los apóstoles hablando. Era como estar viendo una imagen granulada en blanco y negro y de repente la imagen estaba de color claro y glorioso. El Espíritu había quitado el velo que oscurecía mi entendimiento. De repente la Biblia tenía sentido. Muchas décadas más tarde, Jesús y el Espíritu Santo siguen abriendo mis ojos a la comprensión de las Escrituras (ver Lc 24:32, 45). ¡Alabado sea Dios!

Acabamos de vivir la fiesta de Pentecostés, la venida del Espíritu Santo. Conviértete al Señor (2 Co 3:16) y pídele un nuevo Pentecostés, una nueva efusión del Espíritu Santo (Rom 5:5). Cuando nos volvemos al Señor, es decir, al Espíritu (2 Co 3:17), se quita el velo (2 Co 3:16, 18). El Espíritu Santo es el autor de la Biblia. Siempre podemos entender un libro más claramente si podemos sentarnos con el autor y preguntar lo que él o ella quiere decir al escribir su obra. ¡Cuánto más podemos entender la palabra de Dios con la inspiración del Espíritu Santo! Pide al Espíritu Santo (Lc 11:13).

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 12 de diciembre de 2018

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