El Miércoles de Ceniza, el primer día de la Cuaresma, recibimos cruces de ceniza en nuestras frentes. En el segundo día de Cuaresma, Jesús nos dijo que nos negáramos a nosotros mismos, si deseábamos convertirnos en Sus discípulos (Lc 9:23). En el siguiente día de Cuaresma, el Señor nos advirtió que arruinaríamos nuestro ayuno si llevamos a cabo nuestras propias actividades (Is 58:3). Hoy, en el cuarto día de Cuaresma, el Señor promete que recibiremos muchas bendiciones por el ayuno, si no seguimos nuestras propias actividades y buscamos nuestros propios intereses en el día de reposo (Is 58:13-14). El Señor comienza la Cuaresma diciéndonos repetidamente que no "hagamos lo nuestro".

Leví, el recaudador de impuestos, hizo lo suyo. Vendió su alma y su pueblo judío para ganar dinero recaudando impuestos para el enemigo victorioso y opresivo de los judíos, el Imperio Romano. Un día, Jesús fue a la oficina de Leví y lo invitó a arrepentirse de "hacer lo suyo" (ver Lc 5:27). Leví dejó atrás el egoísmo y el pecado para convertirse en discípulo y apóstol de Jesús.

En esta Cuaresma, Jesús nos ve sentados "haciendo lo nuestro". Nos invita a dejar atrás la esclavitud, el vacío y el aburrimiento del egoísmo. Acepte la invitación de Jesús a la libertad y la salvación. Hoy, aléjese de la preocupación por sí mismo. Camine con Jesús.

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 16 de julio de 2018

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