cordillera
"Llegó a la montaña de Dios, al Horeb" (Éxodo 3:1).
Hay muchas montañas en la vida. Por ejemplo, el Monte Garizim es la montaña de bendiciones para la gente obediente de Dios, mientras que el Monte Ebal es la montaña de la maldición (Dt 27:12-13). El Monte Sinaí (Horeb) es la montaña de los mandamientos (Ex 19:2ss), y el Monte Carmelo es la montaña de la restauración de nuestra alianza con Dios y la superación de la idolatría y falsos profetas (1 Re 18:19ss). Al final, Jesús quiere que caminemos con Él al Monte Calvario, por la cual nos acercamos "a la montaña de Sión, a la ciudad del Dios viviente, a la Jerusalén celestial" (Heb 12:22).
Para comenzar a subir la cordillera de Dios, necesitamos comenzar como Moisés - en el monte Horeb (Ex 3:1). Ahí veremos a Dios en la zarza ardiente (Ex 3:2-4). Vemos que Dios nos consume por el fuego de su amor (ver Heb 12:29). En el Monte Horeb, escuchamos a Dios pronunciando nuestros nombres (Ex 3:4) y nos revela su nombre (Ex 3:14). El Monte Horeb es tierra santa (Ex 3:5). Aquí nos quitamos los zapatos (Ex 3:5) y nos humillamos. En el Monte Horeb, entramos en el temor del Señor, que es el principio de la sabiduría (Sal 111:10) y de gran parte de la vida cristiana. En el Monte Horeb, Dios nos llama a liberar a Su pueblo.
Sube el Monte Horeb. Escucha a Tu Padre que te llama por tu nombre.
Oración: Padre, después de haber comenzado en el Horeb, permítame terminar en Sión.
Promesa: "Nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar" (Mt 11:27).
Alabanza: El diezmo condujo a Antonio a la donación y a una fe siempre creciente.
Rescripto: †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 3 de marzo de 2017.
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