todos en un espíritu
"Que todos sean uno: como Tú, Padre, estás en Mí y yo en Ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que Tú me enviaste" (Juan 17:21).
Dios creó al hombre y a la mujer para ser una sola carne, la elaboración de una unidad sobrenatural (Gn 2:24). Adán y Eva pecaron contra Dios, y con su naturaleza caída, la humanidad ha heredado la tendencia a fracturarse en desunión. En poco tiempo, la humanidad fue tan mala (Gn 6:5) que Dios la destruyó en el diluvio (Gn 7:23).
Así que Dios comenzó de nuevo con la familia de Noé, y de nuevo la raza humana comenzó a unificarse (Gn 8:16). En poco tiempo, el orgullo del hombre de nuevo dio lugar a una falsa unidad, cuando estos se unieron para glorificarse a sí mismos en lugar de a Dios (Gn 11:4ss). Así que Dios tuvo que traer la división (ver Lc 12:51), por medio de diferentes lenguajes y dispersión física.
Después de muchos años, Dios envió a su Hijo para "congregar en la unidad a los hijos de Dios que estaban dispersos" (Jn 11:52). Jesús hizo esto al ascender al cielo, y junto al Padre enviar el Espíritu Santo. En Pentecostés, el Espíritu comenzó de nuevo, y revirtió la desunión de los hombres. Los apóstoles y discípulos "llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en distintas lenguas" (Hch 2:4). Entonces, todos comprendieron el Evangelio en sus propios idiomas (Hch 2:11).
Nuestra naturaleza humana tiende hacia la desunión. Sin embargo, Dios nos hace "participantes de la naturaleza divina" (2 Pe 1:4) al darnos el Espíritu Santo. Solamente el Espíritu puede unirnos. "Reciban al Espíritu Santo" (Jn 20:22). ¡Ven, Espíritu Santo de unidad! (Ef 4:3).
Oración: Espíritu Santo, derrama el amor de Dios en mi corazón (Rom 5:5). Dame Tu corazón para la unidad de los cristianos.
Promesa: "Me harás conocer el camino de la vida, saciándome de gozo en tu presencia, de felicidad eterna a tu derecha (Sal 16:11).
Alabanza: San Justino, el primer apologista del cristianismo del que tenemos escritos, promovió la fe en Asia Menor y Roma.
Referencia: (Esta enseñanza fue presentada por un miembro del equipo editorial).
Rescripto: †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 3 de marzo de 2017.
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