En Semana Santa, recordamos una semana de sufrimiento extremo, dolor y trauma para Jesús. Al reflexionar sobre los sufrimientos de Jesús, nosotros también podemos tener una semana muy difícil. Si nos fijamos en nuestras vidas, podemos sentir que "en vano nos fatigamos, para nada e inútilmente" gastamos nuestra fortaleza (Is 49:4). Al igual que Jesús, podemos llegar a estar "profundamente preocupados" (Jn 13:21). Estamos tentados a dejar que Satanás entre en nuestros corazones (ver Jn 13:27), o estamos con el corazón roto porque otros han dejado que Satanás entre en sus corazones. Espiritualmente hablando, podemos pasarnos la noche entera (ver Jn 13:30) en guerra espiritual, donde el príncipe de la oscuridad (ver Ef 6:12) parece tener su reinado.

Cuando Jesús sufrió todas estas angustias y Judas se fue para entre-garlo (Jn 13:31), Jesús no se acobardó ni tuvo una fiesta de compasión. Más bien, Él proclamó: "Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado y Dios ha sido glorificado en Él". [Si Dios ha sido glorificado en Él], Dios, a su vez, "también lo glorificará en sí mismo y lo hará muy pronto" (Jn 13:31-32). En la santidad más profunda que estamos recibiendo esta Semana Santa, proclamemos con Jesús que, sobre todo en medio de terribles sufrimientos, Dios Padre será glorificado mediante nuestras vidas. "En su Templo, todos dicen: "¡Gloria!" (Sal 29: 9)

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 28 de deciembre de 2016.

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