En este mismo momento en que te encuentras leyendo esta reflexión, hay grupos terroristas que están persiguiendo a los cristianos en ciertas naciones del Oriente Medio. Los cristianos están siendo erradicados de regiones enteras y están siendo decapitados. Pareciera como si los testigos de Jesús en estas regiones estuvieran desapareciendo para siempre, y como si el testimonio de estos cristianos fuera "en vano" (Is 49:4).

Sin embargo, la verdad es que "la sangre de los mártires es la semilla de los cristianos" (Catecismo, 852, Tertuliano). San Pablo estuvo presente en el martirio de san Esteban y aprobó su ejecución (Hch 8:1). A pesar de esto, el derramamiento de sangre de san Esteban, el testimonio que daba de Jesús y las palabras de perdón, sin lugar a dudas causaron un impacto profundo y misterioso en san Pablo, quien eventualmente se convirtió al cristianismo. Un sinnúmero de personas en las mismas regiones donde Pablo trató de destruir el cristianismo habían oído decir: "El que en otro tiempo nos perseguía, ahora anuncia la fe que antes quería destruir. Y glorificaban a Dios" (Gal 1:23-24).

¿Puede imaginarse a los terroristas que decapitan a los cristianos convirtiéndose a Jesús y volviéndose misioneros por Cristo? Esto no es menos probable que la conversión de san Pablo. "Porque no hay nada imposible para Dios" (Lc 1:37). Este tipo de conversiones extraordinarias ha ocurrido a lo largo de la historia de la Iglesia. Uno de los doce apóstoles, san Simón, era un fanático y pudo haber estado involucrado en actividades terroristas antes de que Jesús lo llamara (ver Mc 3:18). Entonces, "no les teman" (Mt 10:26). Sea testigo de Jesús con su propia vida.

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 28 de junio de 2016.

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