Jesús insistió "si ustedes no cambian o no se hacen como niños" (Mt 18:3). Estamos tentados a desobedecer esta orden porque sabemos que los niños son vulnerables y a menudo maltratados. Sin embargo, Jesús dio a sus hijitos cierta protección animando a todos a acogerlos. Él dijo: "El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí mismo" (Mt 18:5). El también provee ángeles guardianes para Sus pequeños más vulnerables. (Mt 18:10). Más aun, Jesús el buen pastor da su vida por las ovejas (Jn 10:11), "el Padre que está en el cielo no quiere que se pierda ni uno solo de estos pequeños" (Mt 18:14).

Cuando decidimos perdonar "setenta veces por siete", luchar de una manera no violenta, amar incondicionalmente a nuestros enemigos y exponernos a la persecución del Calvario, no somos simplemente pisoteados. Jesús lucha nuestras batallas por nosotros (2 Cr 32:8). Incluso si él permite hacernos sufrir y morir, nos levantará de entre los muertos. Jesús o protege a sus pequeños o les da victoria sobre el sufrimiento y la muerte. Por lo tanto, debido a nuestra fe en Jesús, debemos elegir ser vulnerables, y ofrecer la otra mejilla (Mt 5:39). Cuando dejamos de protegernos, encontramos que tenemos un Protector divino.

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 14 de abril de 2015

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