finales felices
"El Señor se preocupa de los buenos y su herencia permanecerá para siempre" (Salmos 37:18).
Israel lloró amargamente por su hijo, José, quien, se asumía estaba muerto. "Sus hijos y sus hijas venían a consolarlo, pero él rehusaba todo consuelo, diciendo: "No. Voy a bajar enlutado a donde está mi hijo, a la morada de los muertos". Y continuaba lamentándose" (Gn 37:35). Después de quince años de intenso dolor, Israel descubrió que José estaba vivo. "No se conmovió; porque no les podía creer" (Gn 45:26). Israel se dispuso a ver a José. Cuando José encontró a su padre, él "lo estrechó entre sus brazos y lloró un largo rato, abrazado a su padre" (Gn 46:29). ¡Un final milagroso y feliz!
Si eres cristiano, tus enemigos te arrestarán (o interferirán) y te azotarán (a veces con burlas y calumnias) (Mt 10:17). Te llevarán a juicio y serás traicionado (ignorado o tema de chismes) por tus parientes, hijos o familia (Mt 10:21). "Ustedes serán odiados por todos" (Mt 10:22). Sin embargo, al final, Lo verás cara a cara y llevarás su Nombre en la frente. El Señor te conducirá "hacia los manantiales de agua viva. Y Dios secará toda lágrima de sus ojos" (Ap 7:17). ¡Otro final milagroso!
Jesús fue torturado, crucificado y asesinado. Luego, al tercer día, resucitó de entre los muertos. "Si por la noche se derraman lágrimas, por la mañana renace la alegría" (Sal 30:6). ¡El sumo final feliz!
La apostasía en masa se está acercando (2 Tes 2:3). El mundo puede terminar pronto. "Esa misma palabra de Dios ha reservado el cielo y la tierra de ahora para purificarlos por el fuego" (2 Pe 3:7). "El mismo Señor descenderá del cielo" (1 Tes 4:16) ¿Otro más final milagroso?
Oración: Padre, dame gracias especiales a la hora de mi muerte o al final del mundo.
Promesa: "Aquél que persevere hasta el fin se salvará" (Mt 10:22).
Alabanza: Jorge no tuvo una historia dramática de conversión, pero su constante fidelidad condujo a otros a Cristo y a su Iglesia.
Rescripto: †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 10 de febrero de 2015
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