El Espíritu Santo viene a confirmarnos, para hacernos más fuertes y fieles al Señor. Antes de Pentecostés, los discípulos de Jesús eran como los camaleones. Su compromiso con Jesús cambiaba de acuerdo a las nuevas circunstancias. Por ejemplo, dijeron que nunca negarían a Cristo (Mt 26:35); pero todos lo abandonaron en el huerto de Getsemaní (Mt 26:56). Jesús ordenó a san Pedro que lo siguiera, pero Pedro estaba más preocupado por lo que otras personas estaban haciendo o no haciendo (Jn 21:21). Sólo por el poder del Espíritu Santo podemos ser fieles al Señor.

San Pablo comenzó y terminó en el Espíritu. Desde el día de su conversión, Pablo proclamó el Reino de Dios. En la última escena de los Hechos de los Apóstoles, Pablo todavía continuaba proclamando el Reino de Dios "enseñando con toda libertad y sin encontrar ningún obstáculo" (Hch 28:31). Finalmente, Pablo fue martirizado, y seguía todavía proclamando el Reino de Dios.

"Jesucristo es el mismo ayer y hoy, y lo será siempre" (Heb 13:8). Los que somos discípulos de Jesús también debemos serlos también en nuestro compromiso con Él. El verdadero amor va continuamente entre el 'sí' y 'no', sino que se mantiene firme en su 'sí'" (2 Co 1:19). El Espíritu Santo les hará fieles. ¡Ven, Espíritu Santo de amor y fidelidad!

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 1 de abril de 2015

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