vida eterna es...
"Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás" (Juan 10:28).
Jesús prometió darnos la vida eterna, es decir, la calidad de vida que se vive en el cielo para siempre. Jesús cumplió su promesa cuando murió en la cruz y resucitó de entre los muertos. Hemos recibido de Él, el don de la vida eterna cuando fuimos bautizados. Vivimos la vida eterna cuando damos nuestras vidas a Jesús y lo amamos con todo nuestro corazón, toda nuestra alma, toda nuestra mente, y todas nuestras fuerzas (ver Lc 10:27).
¿Por la fe, estamos viviendo la vida eterna en este momento? Si no la estamos viviendo en la tierra antes de nuestra muerte, ¿por qué deberíamos esperar vivirla en el cielo después de nuestra muerte? Si no elegimos dar nuestras vidas a Jesús ahora, ¿por qué queremos estar con Él para siempre?
La Vida eterna no es sólo una feliz y duradera vida eterna; es primordialmente una vida de amor total por quien es la Vida misma Jesús, nuestro Señor (Jn 14:6- 11:25). "Esta es la Vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu Enviado, Jesucristo" (Jn 17:3). La Vida eterna es conocer a Jesús personal y profundamente. La Vida eterna es vivir en Dios, que es vivir en el amor, porque Dios es amor (1 Jn 4:16). "Y el testimonio es este: Dios nos dio la Vida eterna, y esa Vida está en su Hijo. El que está unido al Hijo, tiene la Vida; el que no lo está, no tiene la Vida" (1 Jn 5:11-12). Vive totalmente para Jesús. Acepta la Vida eterna.
Oración: Padre, has que pueda dejarte vivir en mí, para que yo pueda compartir tu vida divina (ver 2 P 1:4).
Promesa: "Ambos vivieron todo un año en esa Iglesia y enseñaron a mucha gente. Y fue en Antioquía, donde por primera vez los discípulos recibieron el nombre de 'cristianos'" (Hch 11:26).
Alabanza: La recompensa de san Pedro por curar enfermos en la isla de Futuna y aprender su idioma fue el ser golpeado hasta la muerte como mártir de Cristo y ganar la Vida eterna en las alturas con Jesús.
Rescripto: †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 1 de abril de 2015
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