Como el Hijo Pródigo, podemos haber huido de la casa (Lc 15:13), hecho nuestras propias cosas, y derrumbarnos por causa de nuestra culpa (Os 14:2). Estamos hartos de ver a los cerdos vivir una vida mejor que la nuestra (ver Lc 15:16-17). Finalmente, decidimos salirnos del pecado y pedir perdón al Señor.

El Señor se alegra de vernos, porque Él quiere sanar nuestra deserción y apartar su ira lejos de nosotros (Os 14:5). El único problema es que el Señor nos quiere amar libremente (Os 14:5). Él quiere amarnos más de lo que queremos ser amados. Tenemos miedo de comprender plenamente "la anchura, la longitud, la altura y la profundidad del amor de Cristo" (Ef 3:18). Si lo hacemos, vamos a tomar conciencia de nuestra responsabilidad de amar al Señor con todo nuestro corazón, toda nuestra alma, toda nuestra mente y con todas nuestras fuerzas (Mc 12:30). Para amar de esta manera, tenemos que negarnos a nosotros mismos (ver Lc 9:23). Sin duda debemos arrepentirnos de nuestro egoísmo y del pecado; estos son callejones sin salida. Pero más que todo, porque Dios es amor (1 Jn 4:16), quien nos ha amado perfecta, constante e infinitamente.

¿Tu arrepentimiento consiste principalmente en dejar lo malo y auto destructivo, o te arrepientes para volver a tu Señor y a su Amor? ¿Tratas de evitar el Infierno, o quieres ver a Jesús cara a cara en el Cielo?

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 25 de agosto de 2014

El Nihil Obstat establece que no existe impedimento para la publicación de un libro o folleto. No implica acuerdo con contenido, opiniones o afirmaciones expresadas en el mismo.