la alegria de la salvación
"Él fue puesto por Dios como instrumento de propiciación por su propia sangre, gracias a la fe" (Romanos 3:25).
"Todos han pecado" (Rom 3:23), y "el salario del pecado es la muerte" (Rom 6:23). Por eso, todos estamos predestinados a ser "privados de la gloria de Dios" (Rom 3:23) y sufrir la muerte eterna. Sin embargo, todos somos "injustificados gratuitamente por su gracia, en virtud de la redención cumplida en Cristo Jesús" (Rom 3:24). Jesús, por medio de su muerte sangrienta en la cruz, nos ha liberado del pecado, la muerte, la condenación, el infierno, la esclavitud, el odio a sí mismos, la perversión y de Satanás.
En consecuencia, entreguemos nuestras vidas a Jesús y aceptémoslo como nuestro Salvador, Señor y Dios. Agradezcámosle siempre y para siempre por haber tenido misericordia de nosotros bautizándonos en Su muerte y resurrección (ver Rom 6:3ss). Contémosle a todo el mundo que Jesús es el Único y nos ha salvado del pecado y sus terribles consecuencias. Alabemos a Jesús y cantemos con María: "Mi alma canta la grandeza del Señor y mi Espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador" (Lc 1:46-47). "Éste es el Dios de mi salvación: yo tengo confianza y no temo, porque el Señor es mi fuerza y mi protección; Él fue mi salvación" (Is 12:2).
Oración: Padre, decido morir a mí mismo y vivir solo para Jesús.
Promesa: "Mi alma espera en el Señor y yo confío en Su palabra" (Sal 130:5).
Alabanza: Santa Teresa a menudo se sentaba a los pies de Jesús en oración. Dios le regaló la habilidad de escuchar Su voz. Ella dedicaba mucha energía en instruir a otros para escuchar a Dios en la oración.
Rescripto: †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 15 de junio de 2015.
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