Para creer en el Cristo resucitado, necesitamos al Espíritu Santo. Es por eso que en la tarde de su resurrección, Jesús mandó a sus apóstoles: "Reciban al Espíritu Santo" (Jn 20:22). Para recibir al Espíritu Santo, para encender el don del Espíritu recibido en el Bautismo y la Confirmación (2 Tim 1:6-7), tenemos que obedecer al Señor en todo momento, incluso cuando las circunstancias sean difíciles.

Por ejemplo, Pedro y los apóstoles continuaron enseñando el evangelio, como el Señor les dijo; a pesar de las amenazas de encarcelamiento, los castigos y las palizas (Hch 5:28ss). En esta obediencia, ellos experimentaron la vida y el poder de un Pentecostés tras otro. María obedeció al Señor y recibió el Espíritu Santo tan perfectamente que su recepción del Espíritu fue una concepción (Lc 1:35). Sin embargo, esta obediencia la expuso al posible repudio de José (ver Mt 1:19) o inclusive a que fuera apedreada como hubiese cometido adulterio. Los primeros cristianos judíos continuaron recibiendo el Espíritu, en la medida en que obedecían al Señor y se unían a los otros cristianos que no eran judíos (los gentiles). Esto fue muy difícil ya que ellos ni siquiera querían entrar a la casa de gentiles ni tocar sus utensilios.

Si sientes que hay algo que Dios te pide en este momento, obedécele, y espera con fe el Espíritu Santo te bendiga.

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 18 de diciembre de 2013

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