En la época de Jesucristo, la mayoría de la gente trabajaba en la tierra como granjeros. La mecanización moderna de aperos de labranza no existía. Recuerda que la gente de esa época llevaba unas túnicas hasta los tobillos. El método de sembrar semillas en la época de Jesucristo consistía en que cada persona fuera al montón de semillas, tomara su túnica en la rodilla y levantara la túnica hacia su cintura. Esto crea un "bolsillo" en el cual el propietario echaba tantas semillas como la persona y su túnica pudieran contener. La persona llevaba las semillas al campo y las sembraba a mano hasta que el "bolsillo" estuviera vacío de semillas. Luego él volvía al montón de semillas para la carga siguiente. Este proceso se repetía cada día hasta que todos los campos quedaran completamente sembrados.

Jesucristo prometió que a aquellos que dan recibirán "sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante" (Lc 6:38; ver también a Rt 3:15; Sal 23:5). Esto significa que tú, quien das a Jesucristo, recibirás aún más trabajo que hacer. Sin embargo, recibirás más recursos con que servirle a Él, y tu trabajo resultará en una gran cosecha, incluso al ciento por uno (Mc 4:20).

Jesucristo nos desafía a cada uno de nosotros esta Cuaresma a trabajar para Él más que nunca. Su corazón anhela que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. (1 Ti 2:4). Él desea reunir sus hijos separados bajo Sus alas (Lc 13:34). Jesucristo dice a todos Sus discípulos: "Pero yo les digo: Levanten los ojos y miren los campos: ya están madurando para la siega" (Jn 4:35) "Hagan todo lo que él les diga" (Jn 2:5).

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 8 de augusto de 2013

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