Jesús dirigió estas palabras a san Pedro y a los apóstoles. No es de esperarse que llevemos a cabo obras como las de san Pedro, pero ninguno de nosotros está exento cuando se trata de servir al Señor. Como católicos hemos recibido los sacramentos del Bautismo, la Comunión y la Confirmación. Hemos escuchado el mensaje de la salvación. Hemos recibido las nuevas sobre Jesús, y su crucifixión, muerte y resurrección. Hemos recibido a Jesús en nuestros cuerpos a través de la Eucaristía. Tenemos el privilegio de poder leer y escuchar las Sagradas Escrituras, reveladas directamente por nuestro Padre Celestial. Hemos recibido al Espíritu Santo y sus dones.

¡Cuánto hemos recibido! Dios no sería justo si no esperara una cosecha generosa a cambio de sus dones gratuitos (ver Mt 25:14-30; Lc 12:46-48). ¿Qué jefe no exigiría un buen trabajo de un empleado que él ha preparado con todo cuidado?

Dediquemos nuestras vidas al servicio del Señor – no a regañadientes sino alegre y abundantemente (2 Co 9:6-7). Aunque hay que tener una buena cosecha, no somos ni empleados ni esclavos de Dios; ¡somos sus hijos! (Rom 8:15). Jesús nos llama "amigos" (Jn 15:15).

¿Te imaginas, con cuánto fervor el Señor ha esperado para confiar "todos sus bienes" (Lc 12:44), la tierra y sus habitantes, a sus discípulos? Si nosotros, los discípulos de Jesús, no damos un paso al frente para proteger la propiedad de Dios, estaremos cediendo el control a aquellos motivados por la avaricia, el egoísmo o el poder. Jesús espera "más" de nosotros. ¡Da un paso el frente y empieza a trabajar!

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 3 de junio de 2014

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