El Señor dijo a Moisés: "has hallado gracia conmigo y eres mi amigo íntimo" (Ex 33:17). "El Señor solía hablar con Moisés cara a cara" (Ex 33:11). Dios hasta permitió que Moisés vislumbrara toda su belleza y reveló a Moisés su nombre, «Yahweh» (Ex 33:19). Moisés mantuvo amistad íntima con Dios.

"Jesús amaba a Marta" (Jn 11:5). Cuando estaba cansado, descansaba en casa de Marta y "Marta le daba la bienvenida" (Lc 10:38). Jesús hasta reveló a Marta su título de "la Resurrección y la Vida" (Jn 11:25). Marta mantuvo una amistad íntima con Jesús.

Moisés y Marta fueron bendecidos con una especial amistad íntima con el Señor. ¿Podemos nosotros acercarnos tanto a él como aquellos dos? Depende de nosotros. Jesús se halla a la puerta de nuestro corazón y llama (Apo 3:20), diciendo "ábranmelo...bienamados" (CdC 5:2). Ser amigos íntimos significa derramar sobre el ser amado un manantial incesante de delicias. La novia y el novio en el Cantar de los Cantares se ofrecen deleites cinco veces (CdC 1:2; 2:3; 4:10; 5:16, 7:7). Jesús nos ofrece "los deleites de estar a la diestra de Dios para siempre" (Sal 16:11). Por nuestra parte a Él le ofrecemos aquello en el cual él toma deleite: el amor de todo nuestro corazón, toda nuestra mente, todo nuestro ser y todas nuestras fuerzas (Lc 10:27). Por supuesto, el deleite supremo de intimidad con Jesús es la Eucaristía, en la que recibimos dentro de nosotros mismos los mismísimos cuerpo y sangre, alma y divinidad de Jesús. Recíbelo, y sé su amigo íntimo (Jn 15:15).

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 1 de marzo de 2013

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