siete díasde debilidad
"No ruego solamente por ellos, sino también por los que, gracias a su palabra, creerán en Mí" (Juan 17,20).
Cuando san Pablo estaba en el juicio ante la Corte Suprema de los judíos, el Sanedrín, él engañó a sus enemigos haciendo que se pelearan entre ellos y así escapar del problema. Sin embargo, su plan se volvió contra él. La disputa entre los enemigos de Pablo causó tal disturbio que "el oficial supremo romano, temiendo por la seguridad de Pablo, ordenó a los soldados que lo sacarán de allí y lo llevarán de nuevo a la fortaleza" (Hch 23,10). Esa noche en la cárcel, el Señor se le apareció y le anunció que sería Su testigo en Roma, el centro del mundo occidental (Hch 23.11). En nuestra debilidad el poder de Dios alcanza la perfección (2Cor 12,9).
En este séptimo día de la novena de Pentecostés necesitamos darnos cuenta de nuestras debilidades de modo que podamos depender y clamar por el poder del Espíritu Santo (Cfr. Hch 1,8). Cuando Jesús ascendió a los cielos y la fe de sus apóstoles era débil, ellos recibieron el Espíritu Santo. A través de toda la historia los cristianos han recibido el Espíritu en tiempos de persecución en encarcelamiento por su fe en Jesús. El Señor ha "escogido a los débiles de este mundo" para recibir el Espíritu y "humillar a los fuertes" (1Cor 1:27).
Para recibir el Espíritu vive la pobreza según el evangelio, acepta la persecución, la oscuridad, la docilidad, la simplicidad y el sacrificio. Abraza la debilidad de la Cruz (Cfr. 2Cor 13,4) y después recibe el Espíritu.
Oración: Jesús, sin Ti nada puedo (Jn 15,5). ¡Ven Espíritu Santo!
Promesa: "Yo les he dado la gloria que Tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno, Yo en ellos y Tú en Mí" (Jn 17,22-23).
Alabanza: Sara recibió el don de la sanación y encuentra que cuando ora por la gente, algunas veces son sanados inmediatamente.
Rescripto: †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 19 de diciembre de 2012
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